viernes, 8 de enero de 2010

9 de enero de 2010


¡¡¡Por fin llegó el día!!! Tras hacer las pesadas maletas (que por cierto pesaban más de lo que correspondía…) Llegamos al aeropuerto de San Javier. Tras las respectivas presentaciones de nuestras familias, facturamos el equipaje y nos metimos en la sala de espera donde vimos a una tía que salió en “murcianos por el mundo”. Tras mucho esperar, por fin nos llamaron a embarcar, como éramos las primeras para entrar, estuvimos esperando helándonos de frio hasta que por fin pudimos montar en el avión.


Fue una experiencia muy productiva: Vimos España de noche, algo de Francia, unas luces verdes misteriosas, sentimos turbulencias y, por primera vez vimos una lata de vino de los aviones, que se pidió un tío que estaba sentado al lado de Edurne, junto con una botella de whisky (que pegaba un pestazo que te cagas) y estuvo bebiendo todo el viaje, hasta que el alcohol hizo su efecto y se quedó dormido. A mitad del vuelo se empezó a oler raro… creemos que alguien estaba un poco suelto.

Nos pedimos en el avión una merienda-cena que constaba de un bocadillo de pavo con queso y muchísimas especias, una bebida y una mini caja de patatas fritas del Mercadona.

Al aterrizar flipamos porque todo estaba cubierto de nieve con montañas de hasta dos metros de alto.

Al bajar del avión, estuvimos por primera vez visitando al primo noruego del señor “Roca”… Luego recogimos las maletas. Mara tuvo serias dificultades para llevar ambas maletas a la vez, pero pudo con ellas.

En cuanto salimos por la puerta, buscamos un taxi… ¡claro! después de que Edurne se fumara el cigarro, si no se fuma un dedo. El taxi era una furgoneta… ¡y nosotras con miedo de que no entrara el equipaje! Le comunicamos con nuestro superfantástico inglés y, con el papel que la hermana de Edurne le había hecho el día anterior con la dirección de la residencia (un beso Dorle), donde nos tenía que llevar y hacia allí nos dirigimos. Por el camino ibos acojonadas porque el cuentakilómetros subía por segundos y ya iba por casi quinientas coronas. Pagó Edurne porque Mara tenía la tarjeta en la maleta y se tocó una teta. (…lo nuestro es la poesía)

A las doce o así llegamos a la residencia. Las llaves estaban donde dijo Kirsten: dentro del buzón negro a la derecha de la puerta, en un sobre en que ponía: “For two Spanish student: Tarara Hernández y Edurne Muñoz Herrero”.

Edurne se subió un piso de más con la maleta a cuestas para hacer deporte, y cuando terminó, ya fuimos a las habitaciones. Nos las echamos a suertes. Edurne se quedó con la 124 y Tamara con la 125. Aunque en realidad da igual porque las dos son iguales, compradas de arriba abajo en el Ikea. Solo que la de Tamara tiene un espejo en la puerta y la de Edurne papelera.

Edurne empezó a fumar en su habitación donde estaba prohibido. Mara inocentemente salió a la puerta y se encontró con uno que le preguntó donde estaba la “Smoking room” porque había olido tabaco desde la planta de arriba. Edurne escuchó que alguien decía “Smoke” desde fuera y se puso a guardar todo lo relacionado con el tabaco y a sacar todo lo relacionado con el incienso. Mientras Mara seguía intentando entender exactamente que quería el tío con lo de fumar. Después de eso, Edurne se sale a fumar a la puerta aunque haga un frio que pela.

Tras instalarnos nos fuimos a “disturb” por la residencia, cotorreando que había por ahí: buscando los aseos, la cocina, las duchas, las lavadoras… Y por fin muy, muy cansadas nos fuimos a la cama. Edurne durmió del tirón pero Mara sufrió los estragos de una salida de aire que está en la pared y emitía extraños sonidos incesantes. Además que las sábanas no se pueden meter en el colchón con lo que duermes con los pies helados.



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